viernes, 8 de mayo de 2009

Consejos para acabar con una Depresión

Desde hace ya algunos meses, en la redacción de Varelax, nos hemos percatado, asomándonos a las asombrosas vistas de nuestras oficinas, que la gente anda algo cabizbaja por la calle. En un principio lo achacamos a lo que vosotros llamaríais “la crisis” o quizás al bochorno que supuso para todo español el escándalo de los VHS porno protagonizados por Luis Aragonés que The Guardian sacó a la luz este otoño.

Pero no, había algo más. Nos dimos cuenta que en los periodos de tiempo que la gente pasa no-borracha (sobriedad vendría a ser el término técnico) presenta estados carenciales realmente acusados. Todo la oración anterior es cháchara técnica que vosotros os tragáis sin preguntar, palurdos. Al grano, que todo esto no es normal, que ni crisis de los 30 ni sentimiento de culpa por lo de Kurt Cobain. ¿Por qué está la gente tan hecha polvo? ¿Por qué tanta bilis en los comentarios de las noticias de 20minutos.es hasta en la sección de biología? ¿Lo ha notado vd, señora? La gente parece no tener ganas de nada e incluso tú, querido lector, aunque no lo confieses de viva voz… tú lo sabes. Algo se ha jodido en tu cerebro peludo y no ves bien por dónde vienen los tiros. ¿Qué os ha pasado?

La respuesta: la movida del Gran Colisionador de Hadrones, el experimento con nombre de arma de cazafantasmas.

¿Qué es el Gran Colisionador de Hadrones? Large Hadron Collider!

El LHC (sí, lo sabemos, La Hora Chanante) es un experimento de dimensiones bíblicas que tiene como fin conseguir que un montón de hadrones colisionen en el interior de un tubo circular de un tamaño insultante. El tubo viene a ser cíclico y aunque no consta en los créditos ha sido diseñado por Mike Oldfield, muy amigo de lo tubular.

¿Qué es un hadrón?

Un hadrón vendría a ser la unidad mínima de significado, prácticamente un tercio de monema (0’31 periódico puro) y aunque suelen ser invisibles al ojo humano lo cierto es que tienen colores muy llamativos. El objetivo del LHC estaba explicado en un libro enorme que había escrito el inventor del artilugio, el problemático científico el doctor Stephen Hawkins.

Acompañado de su esbirro fiel, el no menos célebre astrónomo Carl Sagan, Hawkins invirtió toda la fortuna amasada en sus tiempos de piloto para iniciar la construcción, en una gran parcela de Europa Central, de su sueño dorado. Mediante subvenciones, que bien podrían haber servido para financiar CIEN películas de cine español, el maquiavélico discapacitado continuó las obras observando a los trabajadores desde su cúpula de marfil, acariciando un gato de angora más que posiblemente. Cuán engañados estábamos. Si nos hubiéramos leído el panfleto que Hawkins presentó, nos hubiéramos percatado que no lo quería para hacer un level up común a toda la humanidad, sino que lo ansiaba para su propio beneficio.

Arrastrado por una loca sed de poder, Hawkins introdujo su cuerpo en el LHC, siempre gracias a la ayuda física (y teórica) de Sagan. Entre grandes risas, el villano afirmaba estar ante las puertas de lo que sólo podría ser descrito como… demasiado poder. Hawkins entró en la corriente de hadrones el martes 6 de septiembre de 2008 a las 21:31 horas, y por alguna extraña razón que ahora explico, la gente por todo el mundo se fue viniendo abajo anímicamente hablando. El primero fue Herbert Weiss, un berlinés de carácter afable que de repente no tuvo ganas de cocinar, y acabó calentándose una pizza. Y a Herbert le encanta cocinar. Margaret Dull, de Provo, Utah, no contó en voz alta la gracieta que acababa de ocurrírsele y permaneció callada, dejando que sus compañeras en la cafetería continuaran la conversación sin saber que un gran chiste podría haber cambiado el rumbo de la misma.

No eran grandes cosas, no había víctimas mortales. Los afectados (o infectados, para los más freakis) iban aumentando en número exponencial o aritméticamente hablando, lo que sea más. La gente estaba como demasiado ensimismada dándoles vueltas a lo mismo como para darse cuenta siquiera de que les pasaba algo. Apagándose paulatinamente, como ranas que introduces en agua fría y que pasas a calentar a continuación con la rana dentro, si vd entiende esta metáfora y/o ha visto las mismas películas que nosotros.

Y realmente nadie se hubiera percatado de nada si no nos hubiera llegado a afectar en lo que más nos importa; nuestra líbido. Es entonces cuando las mentes más preclaras del planeta, casi todos personajes de ficción, hicieron piña para alcanzar una solución. Lo único confirmado era que el origen del problema era el incidente del 6 de septiembre.

Volver al LHC era tarea imposible, pues había quedado inservible tras el incidente Hawkins. Entonces no llegamos a saber qué había sabido de él ni de su ayudante Sagan, pero recientes estudios de uno de los hermanos Iturriaga afirman que al menos Hawkins fue transportado al pasado, posiblemente a la Edad de los Metales. El hallazgo en Altamira de un retrato rupestre del discapacitado construyendo una silla de ruedas con paletas de mamut así lo señala.

Reconstrucción según la cual SH habría enseñado al protohombre a cazar.

Se decidió acudir entonces a los historiadores, mejores detectives a la hora de encontrar al Doctor Hawkins a través de los episodios de nuestra Historia, pero le perdieron de vista a mediados del S. XIX, la época de los vaqueros. Tener presente a Hawkins hubiera ayudado mucho a dar con la solución a la depre colectiva mundial (WCD según la Organización Internacional de la Salud) pero al parecer, mientras estamos escribiendo esto, están saliendo por el telediario de Antena 3 los científicos reunidos en una rueda de prensa. Sonríen y brindan con champagne. ¡Oh, regocijaos, amigos! Parecen haber encontrado la solución. Sí.

Consiste en arreglar el LHC e introducir el cuerpo de Al Gore por el otro extremo.

Estáis jodidos.

Postdata...

Madmartigan: ¿Puedes montar?

Willow: ... sí.

Madmartigan: Pues monta.

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